“Un artista no puede cambiar el mundo. Pero puede mantener vivo un margen esencial de inconformidad.”
Luis Buñuel
La idea de cambiar el mundo es tan legítima como la de dejarlo como está ¿Basta con no empeorarlo, no? El esfuerzo que desde mi práctica artística e investigadora consiste en plantear cuestiones, dudas o incertidumbres sobre todo lo que se nos impone como modelo, sirve para modular mi discurso. Existe un interés en plantear la reflexión, un interés en incitar al espectador a desarrollar una visión crítica y no aceptar todo lo que viene impuesto, a través de la ironía, el sarcasmo, la incoherencia reconocida, los sentimientos encontrados…
Lo político a través del arte es algo que me inquieta. Pero lo considero cada vez más necesario desde una perspectiva en la que toda acción artística y todo lo que implique una responsabilidad sobre la consecuencia de la propia obra, constituye en cierta manera un acto político. Y este acto no consiste en convencer ni adoctrinar, sino en mostrar, interviniendo en ese después en el que el espectador piensa que la experiencia artística ya ha acabado.
Me encuentro atrapado por todo lo que sucede a mi alrededor, ese todo que afecta y empeora las relaciones sociales vitales, la involución y las máximas capitalistas que nos dirigen a otorgar el poder a uno sólo para manejar al resto. Así mismo me encuentro en un punto en el que el sobreconsumo rige toda mi lógica (ilógica), ante el peligro que supone el equilibrio entre el consumo y su denuncia, que como apuntaba Baudrillard, ya en la Edad Media se conseguía apoyándose en Dios y en el diablo.
Pau Figueres